jueves, 12 de junio de 2008

EL DIFÍCIL DESPERTAR

EL DIFÍCIL DESPERTAR


"No quedará piedra sobre piedra". "...Yo lo levantaré en tres días".

Se cuenta que Siddàrtha Gautama, Buda, era un príncipe indio que había gozado de una vida de esplendor y bienestar, hasta que un día se sintió tan impresionado al ver a un hombre enfermo, a un viejo y a un muerto (desconocía la existencia de la enfermedad, la vejez y la muerte), que abandonó su palacio y su familia y decidió emprender una vida de ascetismo y búsqueda donde hallar la paz de espíritu. Seis años después llegó un día a penetrar en la íntima naturaleza del dolor y sus causas, y la manera de librarse de él. En ese momento se convirtió en un iluminado y empezó a predicar su doctrina encaminada a la liberación del karma (ley de causa-efecto), hasta llegar a estar libre de él, llegando al estado de nirvana. En la enseñanza del Budismo se señalan las cuatro "verdades sublimes": conciencia del dolor; la causa de éste es el deseo de gozar de las cosas sensibles (materiales); supresión de aquel dolor mediante la supresión de todo deseo concupisciente; y medios para lograr la perfección.

Quizás el nacimiento espiritual, sea el período más duro de todo el camino espiritual, por el desconocimiento que tiene la persona de lo que le está ocurriendo y porque ignora las etapas que debe pasar para llegar a buen término.
Además de este desconocimiento, uno está desconcertado por las sensaciones físicas, emocionales y mentales que está experimentando.

Es como una especie de muerte, de fin del mundo, del mundo que la persona concebía y que formaba su sistema de pensamientos, a través del cual pensaba, sentía y vivía.

El dolor del alma y esas sensaciones tan extrañas e inexplicables, sólo entendibles si se ha pasado por ellas, suponen un cambio de la persona que las experimenta, pues jamás volverá a ser como antes. Se podría decir que es una especie de muerte.

No todas las personas sufren los mismos efectos. Depende del bagaje o evolución espiritual que tenga la persona. Estos efectos son proporcionales a lo "ajustados" que tengan sus cuerpos, fruto de un trabajo o esfuerzo espiritual previo, bien se haya hecho en esta existencia o en otras. No obstante, siempre se describen como momentos “fuertes”.

Se toma conciencia del dolor que hay fuera, es abrumador, porque uno ya no se siente separado de ese dolor. Uno cae en la cuenta, como nunca, que él también enferma, envejece y también muere. ¿Pero por qué? ¿Por qué esto es así? Demasiado para no emprender la búsqueda del sentido de la vida, la búsqueda de una motivación auténtica que sirva como motor para seguir…Sentido que debe encontrar cada persona individualmente, es un trabajo intransferible.
“Buscad y encontraréis” “Levántate y anda”.

Esta etapa corresponde al despertar de la energía kundalini. Comienza el Apocalipsis, si la persona así lo decide (se propone cambiar) y no se queda en la desesperanza, ni en los distintos engaños que aparecen en esos momentos. Pero esto sólo ocurre si el ser humano apuesta realmente por un verdadero cambio interno y no queda enganchado a los distintos peligros que surgen en esos momentos. Hay una predisposición enorme a agarrarse a cualquier cosa para salir de ese “dolor del alma”. A llenarse con cualquier engaño. Jesús nos advierte de estos peligros en sus discursos escatológicos.


Nuestras viejas creencias, nuestra vieja concepción del mundo, nuestros viejos hábitos, todo nuestro sistema de pensamientos serán cambiados uno por uno. Este cambio nos produce tanta zozobra e inseguridad, que a veces nos parece inaguantable, insufrible. Es por esto que muchas personas, en estos momentos, buscan remedios fuera de ellas, o evasiones, o cualquier tipo de adicción, que les ayuden a olvidar, mitigar, ese “vacío existencial” tan inexplicable con el que se encuentran.
Son instantes en los que se puede caer en sectas que prometen la felicidad, en drogas que invitan a la evasión y el olvido, en hábitos compulsivos que funcionan como vendas en los ojos para no ver ni enfrentarse con esas sensaciones de inmenso “vacío” que parece intolerable de sentir.




Por desgracia algunas personas, almas muy sensibles, están tan ofuscadas, alienadas y desesperanzadas, creyendo que no se puede salir de esa situación, y pensando que es para siempre, optan por atentar contra su propia vida. No saben que ese estado mental no cambia pasando a otro plano. El alma no muere y el infierno y el cielo son estados mentales, que se llevan donde estemos o vayamos. En estas circunstancias sólo nos queda la esperanza del Amor Divino que comprende los motivos alienantes de ese alma y la ama incondicionalmente.

El Reino de Dios no es externo a nosotros, sino que está en nuestro interior. Es nuestra mente la que tiene que ser curada de tantos errores almacenados durante tanto tiempo para poder ver la "Luz". Se trata de encontrar la cordura que nos permita reconocer que el “cielo” ya estaba en nosotros, sólo que la mente errada no nos permitía reconocerlo.

Este arduo trabajo de autoconocimiento y cambio interno, es el que nos toca realizar a nosotros AHORA, mientras estamos en el plano material, en el único lugar que puede realizarse, porque la purificación debe hacerse en los cuerpos inferiores (físico, emocional y mental), y es en el plano material (cuando estamos encarnados) cuando estos cuerpos están reunidos, pues con la muerte física vuelven a desintegrarse, hasta que se junten en una nueva encarnación. No puede desperdiciarse esta preciosa vida. Por ello nuestra apuesta tiene que se verdadera y con todas nuestras fuerzas, pues el aprendizaje del alma es continuo y progresivo. "No dejemos para mañana lo que se puede hacer hoy".

“Un poco y no me veréis y otro poco y me veréis. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y gemiréis, pero el mundo gozará. Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría. La mujer cuando está de parto está triste, porque llegó su hora; pero cuando ya ha dado a luz el niño no se acuerda más de la angustia por la alegría que ha nacido al mundo un hombre. Así también vosotros estáis ahora tristes; pero yo os veré otra vez y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará ya vuestra alegría”. San Juan 16 (19,22 ).

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