jueves, 12 de junio de 2008

JESUCRISTO: MODELO DIVINO

JESUCRISTO: MODELO DIVINO



El Evangelio es una Escritura llena de Vida, con una enseñanza totalmente vigente para la vida actual, quizás con mayor comprensión y efectividad, que en épocas anteriores.

Si uno se propone y disciplina en seguir y practicar las enseñanzas del Evangelio, poco a poco avanzará en el Camino. Proclama un código de conducta, moral y ético, que conducirá a la persona, con su práctica, a un crecimiento espiritual. Además nos traza los pasos que nos llevarán a estados de conciencia cada vez más elevados, que contiene el camino místico.

Yo lo considero de una manera coloquial, como una Guía práctica de desarrollo personal, de crecimiento espiritual; cuyo contenido va más allá de la forma. El significado profundo se va revelando a nuestro entendimiento conforme avanzamos en el desarrollo de nuestra conciencia, de nuestra evolución individual. Su enseñanza se adapta a nuestro nivel de comprensión personal e incluso a nuestras propias necesidades espirituales, en un momento dado. Contiene una riqueza de enseñanzas y significados, que no es posible captarlo si no es con el entendimiento del Espíritu. Aquí no vale la lectura "al pie de la letra".

Todo lo que nos enseña, se puede aplicar en los tiempos actuales: abnegación, perdón, constancia, paciencia, no juzgar…, en definitiva “Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo”. Pero aquí tenemos que hacer un inciso, el primer mandamiento dice "Amarás al prójimo como a ti mismo"; no dice "en lugar de a ti mismo". Este es un concepto erróneo que nos ha pesado mucho a lo largo del tiempo y que nos ha creado una "sombra" de culpabilidad compulsiva.


Uno de los ejercicios que nos pueden ayudar sobre todo a disciplinar la mente, es ejercitarnos en no juzgar a nadie y ponernos en el lugar de otras personas. Ese sería un buen ejercicio para ir integrando nuestra polaridad.

El Evangelio también describe los pasos que debe realizar toda persona, en algún momento de su existencia como alma, cuando el fruto esté maduro y apto para recolectar. Estos estados son comunes a todos los seres humanos en su periplo como almas, independientemente de la cultura a la que pertenezcan, a la religión que practiquen y al credo que profesen, es la religión que marca el Espíritu y éste es el mismo para todos.

Las religiones más importantes tienen sus propios nombres para designar estos estados de conciencia, en la religión cristiana, estos pasos están personificados por la figura de Jesucristo y la trayectoria de su vida como hombre:

1- Nacimiento en Belén. Toma de conciencia del sufrimiento y apuesta por el camino del espíritu.
2- Bautismo. Toma de conciencia del Amor incondicional del Padre por uno mismo: “Tú eres mi hijo amado”.
3- Transfiguración. Toma de conciencia, por el trabajo realizado de autoconocimiento, de “YO SOY”.
4- Crucifixión. A través del discernimiento, que ha sido posible por el Espíritu Santo en nosotros, nos disponemos a entregar, no sin resistencias, todo lo que hemos descubierto que no es nuestra Realidad, el falso ego que nos mantiene atados al mundo de la dualidad, resultado de identificarnos con nuestra personalidad.
5- Resurrección y Ascensión. Conforme se va realizando la alquimia de la cruz, se va resucitando a una conciencia de cielo y se va ascendiendo a niveles espirituales mayores.


Jesús encarna el Modelo Divino que todo hombre posee en su interior, la Perfección potencial que guarda en su corazón, aunque sea un ser humano normal e inconsciente, tiene en su corazón la semilla de Cristo, esperando ser levantada. Todo ser humano tendrá que realizar y manifestar este modelo divino en su última existencia. Cuando haya aprendido a comprender el drama del ser humano y a amar como Jesús, Amor que integra bajo SI la luz y la sombra, los opuestos..., sin juicio, sin condena y sin condición.

Jesús nos enseña cómo ir de lo humano a lo divino, cómo tenemos que ir creciendo espiritualmente a través del Camino, pasando por una serie de etapas o niveles de entendimiento, de amor, de despertar…
Nos sería de gran ayuda, no olvidarnos de la vertiente humana de Jesús. Estudiar, aprender, acercarse a su figura como hombre, esto hace que nos consideremos menos solos y que lo sintamos más cercano.
Reflexionar sobre sus emociones humanas. A veces la tristeza que debió sentir, por ejemplo, cuando su familia piensa que no está en sus “cabales”, que está demente. Lo asustado, cuando es perseguido por sus paisanos, que le lanzaban piedras, el día que en la sinagoga proclama: “El espíritu del Señor está sobre mí…”. Lucas 4,18. La impotencia y frustración (en diversas situaciones) de sentirse incomprendido, hasta por sus propios discípulos. A veces es tachado de blasfemo y endemoniado. La tristeza y el llanto por la muerte de su amigo Lázaro. Los enfados que cogía con la actitud de los fariseos. La alegría en comidas con sus amigos. La fortísima emoción, al sentir el Amor personal del Padre, en el Bautismo. La pérdida de apetito ocasional. Las tentaciones que tiene que sufrir (desierto). La alegría de poder ayudar a los que pedían su curación. El cansancio físico por el que debía retirarse periódicamente. La paciencia, que despliega, cuando debe enseñar, consciente de que hay varios grados de entendimiento. Las dudas atroces que lo asolan en determinados momentos. El dolor y el miedo más aterrador, que lo hace retorcer, en Getsemaní. El amor y misericordia que siente por sus congéneres. El momento de “no ver nada” en la Cruz. La soledad…

Tampoco podemos olvidar los milagros. Jesús los realizó en la mayor parte de su ministerio. Jesús tenía la comprensión espiritual que le daba un poder en la oración superior al que nadie había tenido jamás. No se trata de cambiar o anular las leyes físicas de este mundo, pero sí de aplicar una Ley Superior a la que quedan supeditadas todas las demás. Esta Ley Superior es el Amor y Este lo puede transformar todo. La Fe y el Amor emiten unas energías tan potentes y poderosas, que todo es posible si fluye el verdadero Amor de Cristo, del Ser que hay dentro de nosotros.

Y si nos falta, o nos falla, la Fe,…¿por qué no probar a pedirla? “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis”.
A todos nos ha ocurrido esto, pero también es verdad que la Fe va creciendo conforme se avanza. Es sorprendente la fuerza que adquiere con el tiempo, si la comparamos con el principio de nuestros primeros pasos en el camino, en que apenas la notábamos.


Les dijo, pues, Jesús: “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, conoceréis que YO SOY, y que nada hago por mi cuenta, sino que digo lo que me enseño el Padre.” Juan 8 ( 28,29).

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